La carrera contrarreloj de una madre para recaudar “dinero sangriento” para evitar la ejecución de su hijo en Arabia Saudita
Una madre keniata que ha liderado una larga y desesperada campaña para salvar a su hijo de ser ejecutado en Arabia Saudita recibió un poco de alivio esta semana, tras el anuncio de que se le había aplazado la condena.
Stephen Munyakho, de 50 años, iba a ser ejecutado esta semana por el asesinato de un yemení ocurrido en 2011.
La ejecución podría haber sido mediante decapitación, el método más habitual para la pena capital en el reino, pero también en la horca, con inyección letal o ante un pelotón de fusilamiento.
Pese a todo, la suspensión de la ejecución es solo temporal. Dorothy Kweyu, la madre de Munyakho, quien tiene 73 años, le explicó a la BBC que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Kenia no le ha dado más detalles sobre el caso.
Eso significa que su ansiedad no se ha calmado. Todavía está tratando de reunir la “diyya”, o dinero sangriento, que bajo el sistema legal islámico, conocido como sharía, le podría ayudar a conseguir el perdón por parte de la familia de la víctima.
Arabia Saudita es un Estado islámico y su sistema judicial está basado en la sharía tanto para los casos penales como para los civiles.
De acuerdo a varios periodistas en Kenia, una petición pública de fondos solo ha logrado reunir un 5% de lo que pide la ley: US$1 millón.
Y lo que está buscando el gobierno de Kenia – que está intercediendo en el caso de Munyakho, que es ciudadano del país – es ganar tiempo para conseguir el dinero
Después del anuncio del aplazamiento de la ejecución, este lunes, Korir Sing’Oei, un funcionario keniata, dijo que los negociadores “están buscando estrategias para poder resolver este asunto de la forma más aceptable posible, para que ambas familias puedan cerrar esta historia, algo que se merecen y necesitan de modo urgente”.
La historia
Munyakho, a quien sus amigos y familiares llaman Stevo, se mudó a Arabia Saudita cuando tenía 20 años y durante 13 años fue el coordinador de una bodega de un hotel ubicado en el mar Rojo.
De acuerdo a Kweyu, su hijo tuvo una discusión con un colega, quien lo atacó con un abrecartas.
Entonces Stevo devolvió el ataque con el mismo abrecartas, lo que terminó por causar la muerte de su colega.
“Al principio, mi hijo fue hallado responsable de homicidio culposo y condenado a cinco años de cárcel”, le contó la madre a la BBC.
“Nosotros esperábamos que volviera a casa al cabo de dos años y medio, de acuerdo a las leyes internacionales. Pero no ocurrió así”, dijo.
Una apelación, hecha por la familia en 2014, cambió la condena.
“La corte ordenó entonces que mi hijo recibiera la pena capital, lo que significaba que debía ser ejecutado”, recordó.
“Pero poco después, la familia de la víctima aceptó la oferta de la delegación de Kenia en Arabia Saudita de recibir la diyya o dinero de sangre”, añade.
Pero las negociaciones han sido largas y difíciles: recaudar el dinero para Stevo, quien tiene tres hijos, no ha sido fácil.
La corte había establecido el pasado 15 de mayo como fecha límite para que el dinero fuese entregado.
“Yo pedí que en vez de ejecutar a mi hijo me ejecutaran a mí. Que podíamos hacer ese intercambio. Pero me dijeron que dejara de decir eso”, dice Kweyu.
Bajo la ley islámica, la diyya sirve para compensar a una víctima o a su familia. Se puede pagar por crímenes tales como un asesinato o un daño a una propiedad.
El pago de esta diyah puede llevar a la reducción de la sentencia y, en algunos casos, a un indulto.
Actualmente se aplica en cerca de 20 países en Medio Oriente y África, incluyendo Sudán y el norte de Nigeria.
El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, apoya el pago del dinero sangriento. De hecho, el profeta Mahoma lo aclara en sus enseñanzas cuando dice que el precio por un asesinato o un homicidio involuntario debe ser de 100 camellos.
Las interpretaciones modernas hacen que las sumas difieran de un país a otro y, por lo general, establecen el pago en efectivo.
“En Arabia Saudita un camello puede costar unos US$8.000, por lo que si alguien va a pagar por la vida de alguien, tienen que pagar al menos US$800.000”, le dice a la BBC el experto en temas islámicos Sheikh Husseini Zakaria.
Otros factores, como el género de la víctima y su pasado religioso, pueden determinar la suma a pagar. Además, se necesita que la familia de la víctima esté de acuerdo.
Kewyu cuenta que primero le pidieron US$2,6 millones. Pero después logró negociarlo hasta acordar en US$950.000.
No se sabe con claridad si Stevo cambió de religión mientras estaba en prisión. En un comunicado publicado en la red social X y emitido por Sing’Oei, el delegado keniata, se dice que Stephen Munyakho ahora había pasado a llamarse Abdulkareem.
El cambio de nombre fue una novedad para los miembros de la familia, que apenas se pudieron comunicar con él a través de cortas llamadas desde la prisión.
La vida sin Stevo
Han sido años difíciles para la familia de Stevo. Su hijo menor, Evans Mwanze, de 23 años, no lo ha visto en 20 años.
“Hay muchos días que tengo la esperanza de que mi papá regrese a casa”, le dice a la BBC.
“Pero hay otros días en que me desanimo y me pregunto si lo peor ya pasó. No he tenido tiempo de conocer a mi papá. Él se se fue cuando tenía 3 años. Esa fue la última vez que lo vi”, explica.
Kweyu dice que la sombra de la decapitación es real. El año pasado, se realizaron 172 ejecuciones en Arabia Saudita, de acuerdo a las cifras dadas a conocer por el propio gobierno saudita.
“Hubo un día en que mi hijo me llamó y me dijo que uno de sus amigos había sido ejecutado. Fue un momento un poco oscuro”, dijo.
Las autoridades sauditas no han respondido la petición de la BBC para saber más sobre el caso. Por su parte, el gobierno de Kenia ha sido efusivo en su agradecimiento público por la ayuda que han recibido en este caso.
«Continuaremos apoyándonos en la cálida y sólida amistad que tenemos con nuestros socios sauditas», dijo Sing’Oei, quien prometió que se llevarían a cabo más negociaciones en los próximos días.
«Involucraremos a las partes interesadas en Nairobi y Riad, incluidas las representaciones de nuestros líderes religiosos, para acordar el siguiente paso urgente».