Lágrimas y abrazos rodean al discurso más triste de Harris
Washington.- No estaba previsto que la fiesta terminara así y el campus de la Universidad de Howard de Washington DC, alma mater de la vicepresidenta Kamala Harris, se engalanó el martes para una fiesta, con globos, música y banderas, esperando coronar a la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
A medianoche, conforme avanzaba el escrutinio de las elecciones y el resultado auguraba que no iba a ser un día de fiesta, la música se fue apagando en el cuartel general de la campaña, donde iba a salir la candidata demócrata a celebrar, o al menos a valorar los resultados.
Una intervención que acabó posponiéndose hasta hoy. Este miércoles seguían los globos, las banderas y hasta la música, pero fueron pocos los que bailaron y muchos los que lloraron al escuchar a Harris aceptar la derrota.
Caras tristes, abrazos de sororidad y palabras de condolencia sumieron al público en una especie de funeral, en el entierro de la esperanza de ver algo insólito, a una mujer de origen afroamericano y asiático llegar a la Casa Blanca, derrotando al primer expresidente convicto en la historia de Estados Unidos, Donald Trump.
“Hoy entramos en un proceso de duelo. Hemos estado tan concentrados en la lucha y el optimismo de lograr que suceda que no ha habido espacio para pensar en que no sucediera”, cuenta a EFE Rory tras el discurso.
Ella, confiesa, fue una de las que lloró al escuchar a la vicepresidenta, como atestiguan las manchas en su camiseta. En un discurso de poco más de diez minutos, ante un público desolado, Harris afirmó que acepta su derrota, pero que no renuncia a la lucha para que la luz vuelva a Estados Unidos.
“Estoy aquí para decir- aunque acepto la derrota, no renuncio a la lucha que impulsó esta campaña”, aseguró. La vicepresidenta contó, entre tímidos abucheos del público, que ya ha hablado por teléfono y felicitado al republicano y que trabajará para que haya “una transición pacífica de poder«.
“Un principio fundamental de la democracia estadounidense” es que cuando se pierden unas elecciones se aceptan los resultados, afirmó Harris, haciendo una referencia velada hacia Trump, que no quiso aceptar los resultados en 2020 cuando perdió contra Joe Biden.
Entre el público estaban algunas figuras de su partido, como la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, pero sobre todo miembros de su campaña, seguidores y voluntarios como Rory, para quien hoy comienza un momento de “reflexión sobre la visión del país”, relata.
“Siento que muchas de las personas que apoyaban a Kamala también apoyaron a Barack Obama. Yo estaba en la universidad en DC cuando Obama fue elegido y esa noche estaba frente a la Casa Blanca gritando ‘¡lo logramos!’ con cientos de personas. Fue simplemente eléctrico”, recuerda emocionada.
La visión que tenía de Estados Unidos “nació en ese período” y tras esta segunda victoria de Trump llega “un ajuste”, una reflexión “sobre lo que esa visión significa”, sostiene.
En su discurso, Harris, que asumió la misión de llegar a la Casa Blanca tras la retirada electoral de Biden en julio, prometió que no dejará de luchar. “Nunca renunciaré a la lucha por un futuro en el que los estadounidenses puedan perseguir sus sueños, ambiciones y aspiraciones”, afirmó.
Un país, continuó, en el que las mujeres “tengan la libertad de tomar decisiones sobre su propio cuerpo y que el gobierno no les diga qué hacer” y en el que las escuelas y la calle estén a salvo de la violencia armada. Para Hammere, asistente también al discurso, las palabras de Harris han sido reconfortantes.
“Aún tengo esperanzas, creo que todavía estoy decepcionada por el resultado, pero sé que, incluso si este resultado no fue lo que esperábamos, este no es el final de la historia”, relata a EFE.
“Todavía hay un deber y una responsabilidad. Todos tenemos que hacer lo que podamos a nuestra manera para continuar mostrando nuestra lealtad al país y a sus valores”, añade en el césped del campus, que a última hora de este miércoles comenzó a quitar los globos y a apagar la música para olvidar una fiesta que acabó sin poder brindar.
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