Edmundo González, el diplomático al que la oposición y EE.UU. consideran ganador
Hasta abril, era un perfecto desconocido.
Hoy, el nombre de Edmundo González Urrutia está en los noticieros mundiales.
El que fuera candidato de la oposición en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio en Venezuela se fue del país el sábado por la tarde rumbo a España, que le otorgó asilo político.
La noticia la compartió la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, y posteriormente fue confirmada por el canciller español, José Manuel Albares: «Edmundo González, a solicitud suya, vuela hacia España en un avión de las Fuerzas Aéreas españolas», escribió.
González llegó a Torrejón de Ardoz, cerca de Madrid, este domingo 8 de septiembre
Contra él pesaba una orden de detención emitida el pasado 2 de septiembre después de que la Fiscalía lo acusara de varios delitos y tras un mes y medio de enfrentamientos por los resultados de los comicios.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela proclamó el triunfo de Maduro la misma noche de las elecciones, sin mostrar las actas de votación, y desde entonces la oposición ha estado reclamando que hubo fraude en los comicios y que tiene pruebas de la victoria de González.
A su vez, diversos países, entre los que se encuentran aliados para Maduro en la región como lo son México, Brasil y Colombia, pidieron al CNE que muestre públicamente los datos desglosados, mesa por mesa, “de forma expedita”, algo que no ha ocurrido.
Y el 1 de agosto, el gobierno de Estados Unidos reconoció a González como ganador de las elecciones presidenciales de Venezuela.
“Está claro para Estados Unidos y, más importante aún, para el pueblo venezolano que González Urrutia obtuvo la mayor cantidad de votos en las elecciones presidenciales de Venezuela del 28 de julio”, señaló entonces en un comunicado de prensa el secretario de Estado, Antony Blinken.
Finalmente, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela convalidó el 22 de agosto los resultados que dieron el triunfo a Maduro.
Pero cómo pasó González Urrutia, de 74 años, de una vida vida familiar de académico, escritor y jubilado, de pasear al volante de su Escarabajo amarillo a liderar la penúltima batalla de la oposición en Venezuela.
El camino a la candidatura
González no estaba en las apuestas iniciales para representar a la oposición.
María Corina Machado, elegida como candidata por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) en primarias para batirse en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, fue inhabilitada, así como Corina Yoris, a quien Machado designó como sustituta.
Así fue como este «compromiso con los venezolanos» cayó sobre González Urrutia, elegido in extremis y de modo unánime para enfrentar a Nicolás Maduro en las urnas.
La postulación es «una responsabilidad que acepto con humildad», dijo González en abril, al formalizar su candidatura.
«Es una situación inesperada. Yo jamás pensé que iba a estar en esta posición. Sin embargo, cuando me lo plantearon, lo tomé como un compromiso personal con Venezuela, con el sistema de gobierno y la democracia», señaló en una entrevista concedida a BBC Mundo.
En un país donde, en la política, poco a poco se fue imponiendo la estridencia, las arengas, los titulares fuertes y tan llamativos como la ropa de quienes los decían -no lo olvidemos, la chaqueta tricolor la usaron en campaña tanto el chavismo como la oposición-, González precisamente destaca por la prudencia.
No en vano, su carrera se desarrolló en la diplomacia y, como dijo en una entrevista en el portal Prodavinci, nunca ejerció un cargo de elección popular, «de ningún tipo, ni siquiera en la universidad, que es cuando quizás pude estar más cerca de la política».
Fue en la Universidad Central de Venezuela (UCV) donde se hizo internacionalista y después estudió una maestría en Relaciones Internacionales en la American University.
Su primer destino fue como secretario de la embajada de Venezuela en Estados Unidos, en 1978, con 29 años. Después estuvo en El Salvador durante la guerra civil que azotó ese país centroamericano hace más de cuatro décadas.
Y así, hasta 2002, ejerció como diplomático en diversas delegaciones de Venezuela en Bélgica, Reino Unido o Argelia.
Años después, entre 2013 y 2015, fue el representante internacional de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora que hoy mutó en la PUD y que, en su día, aupó a Henrique Capriles como candidato unitario contra Hugo Chávez (2012) y Maduro (2013) y logró la primera gran victoria de la oposición en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015.
En su primera entrevista tras ser declarado candidato, González Urrutia destacó en varias ocasiones que él era “un funcionario público” al servicio del Estado.
Y buena cuenta de ello es que a finales de 1999 recibió sus credenciales como embajador del gobierno de Rafael Caldera y, tiempo después, fue ratificado por Hugo Chávez, bajo cuyo gobierno trabajó como embajador en Argentina hasta 2002.
En este puesto promovió la entrada de Venezuela a Mercosur, algo que el país logró en 2012.
A hombros de María Corina Machado
La campaña a la que Edmundo González concurrió fue atípica para Venezuela en muchos sentidos.
Un señor de 74 años, diplomático jubilado que nunca había hecho carrera política, quedaba en la boleta como candidato y hacía campaña junto a quien estaba destinada a ser la absoluta protagonista, María Corina Machado.
Fue una «campaña 2×1», como le dijo a BBC Mundo la politóloga Carmen Beatriz Fernández.
«Funciona como un tándem, una bicicleta de dos puestos, donde María Corina es quien lleva el manillar y Edmundo pedalea«.
Y, efectivamente, Edmundo pedaleó. Recorrió la extensa geografía venezolana en muchas ocasiones junto a su esposa y, siempre, con Machado al lado.
En sus mítines prometió la mejora de salarios y los servicios de agua y electricidad en un país que atraviesa una severa crisis económica.
Preguntado por BBC Mundo antes de las elecciones sobre qué atendería primero si era elegido, dijo que «son muchas cosas, porque hay prioridades económicas, políticas y sociales. Tenemos que atender la inflación, los salarios, las pensiones, la pobreza».
A la vez, dijo en esa entrevista que se esforzaría en hacer un plan económico «que busque recursos internacionales, que genere confianza y que atraiga inversión extranjera para poder superar las dificultades».
Otra de las preocupaciones que observó en varios momentos de la campaña fue la «reinstitucionalización del país», donde la mayoría de los poderes públicos están bajo poder del chavismo.
Reencuentro
También desde el primero momento, González insistió en tres palabras: reencuentro, entendimiento y reconciliación.
Si bien los analistas hace tiempo ya no hablan de polarización en Venezuela, sí que, sin duda, existe la confrontación y una gran ruptura del tejido social. Y no es raro encontrar estos días gente posteando en sus redes «menos mal que nunca fui chavista» o tachando de «escuálidos, gente de apellidos» a aquellos que votaron por la oposición.
«Ya basta de gritos, ya basta de insultos, es la hora del reencuentro», dijo González durante la campaña.
Y, cada vez que habla, de modo muy pausado y calmo, se dirige a «los venezolanos y las venezolanas».
En entrevista con Prodavinci apuntó que hay que dejar atrás el «enfoque en el que el adversario es un enemigo. El chavismo, el antichavismo, nosotros tenemos que superar esa dicotomía”.
«Tenemos que buscar la reconciliación nacional y si eso incluye a sectores que actualmente están con el oficialismo, pues los incluiremos», expuso en entrevista con BBC Mundo.
Pero también ha hablado en diversas entrevistas de términos como justicia transicional y reparación a las víctimas.
Actualmente, Maduro enfrenta una investigación en la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de lesa humanidad.
¿Un nuevo Guaidó?
Después de que el CNE proclamara a Maduro como vencedor y la oposición dudara de los resultados, el mandatario venezolano salió al balcón del pueblo en el Palacio de Miraflores y apeló a González: «Eres el nuevo Guaidó, señor cobarde. Venga por mí, aquí lo espero en Miraflores. Los gringos ni ponen ni quitan (presidentes). Al señor cobarde le digo: ‘Dame la cara a mí. Estás escondido. Deja de agredir al pueblo’».
Tras el anuncio de Estados Unidos en el que reconocía a Edmundo González como ganador de las elecciones, llegó la condena de Maduro: «EE.UU. debe sacar las narices de Venezuela porque el pueblo soberano es el que manda».
Si bien esta situación puede traer a la memoria el episodio de 2019 donde el entonces presidente de la Asamblea Nacional, el opositor Juan Guaidó, se juramentó como «presidente encargado», las situaciones son distintas.
En 2019, consideraron que Maduro estaba usurpando el poder, tras ser elegido en las elecciones de mayo de 2018, que la oposición consideró fraudulentas y en las que no participó al considerar que no había garantías. En ese contexto, Guaidó se juramentó y fue reconocido por casi 60 países.
En el caso de González, participó en las elecciones.
El CNE dio a Maduro ganador, pero no mostró las actas de votación.
Ante esto, hay amplias dudas sobre los resultados. Y no solo por parte de la oposición.
El Centro Carter, invitado por el CNE como observador internacional en los comicios, emitió un duro comunicado en el que dijo que la elección «no puede ser considerada democrática», que no le es posible cumplir con su labor de verificación y, por tanto, no puede corroborar la autenticidad de los datos.
Diversos países, entre ellos Colombia, Brasil y México, pidieron al CNE la publicación de las actas detalladas. «El principio fundamental de la soberanía popular debe ser respetado mediante la verificación imparcial de los resultados», rezaba un comunicado conjunto de esos tres países.
Por su parte, la oposición dice tener en su poder, de modo independiente, las actas que validarían el triunfo de González, el inesperado protagonista en la nueva crisis de Venezuela.