Como se ve la realidad de Rusia desde biblioteca distópica
Si creemos lo que dicen las vallas publicitarias de Ivanovo, a Rusia realmente le está yendo bien.
«¡Más de 2.000 km de carreteras reparadas en la región de Ivanovo!»
«¡Un cambio para mejor!»
En esta ciudad, a cuatro horas en automóvil de Moscú, una pancarta gigante glorificando la invasión rusa de Ucrania cubre toda la pared de un antiguo cine. Con fotos de soldados y un eslogan:
Estos carteles representan a un país que marcha hacia el éxito económico y militar.
Pero hay una casa en Ivanovo que ofrece una imagen muy distinta de la Rusia actual.
Estoy parado al frente de ella. Aquí también hay un póster. No de un soldado ruso, sino de un novelista británico. El rostro de George Orwell mira fijamente a los transeúntes.
El cartel que hay sobre ella reza «Biblioteca George Orwell».
Sensación de «Gran Hermano»
En el interior, la diminuta biblioteca ofrece una selección de libros sobre mundos distópicos y los peligros del totalitarismo.
Hay varios ejemplares de la novela clásica de Orwell «1984», en la que el Gran Hermano siempre está vigilando y el Estado ha establecido un control casi total sobre el cuerpo y la mente de los ciudadanos.
«La situación actual en Rusia es similar a la de ‘1984’», me dice la bibliotecaria Alexandra Karaseva. «Control total por parte del gobierno, el Estado y las estructuras de seguridad».
En «1984», el Partido manipula la percepción del pueblo de la realidad, de modo que los ciudadanos de Oceanía creen que «la guerra es la paz» y que «la ignorancia es la fuerza».
La Rusia de hoy tiene una sensación similar. Desde la mañana hasta la noche, los medios de comunicación estatales afirman que la guerra de Rusia en Ucrania no es una invasión, sino una operación defensiva; que los soldados rusos no son ocupantes, sino liberadores; que Occidente está librando una guerra contra Rusia, cuando, en realidad, fue el Kremlin quien ordenó la invasión a gran escala de Ucrania.
«He conocido a gente enganchada a la televisión que cree que Rusia no está en guerra con Ucrania y que Occidente siempre ha querido destruir a Rusia», dice Alexandra.
«Es como ‘1984’. Pero también es como la novela ‘Fahrenheit 451’ de Ray Bradbury. En esa historia, la mujer del protagonista está rodeada de paredes que son esencialmente pantallas de televisión, bustos parlantes que le dicen qué hacer y cómo interpretar el mundo».
Fue un empresario local, Dmitri Silin, quien abrió la biblioteca hace dos años.
Crítico declarado de la invasión rusa de Ucrania, quería crear un espacio en el que los rusos pudieran «pensar por sí mismos, en lugar de ver la televisión».
Más tarde, Dmitri fue procesado por «desacreditar a las fuerzas armadas rusas». Lo acusaron de garabatear «¡No a la guerra!» en un edificio. Negó la acusación. Desde entonces ha huido de Rusia y es buscado por la policía.
Alexandra Karaseva me guía por la biblioteca. Es un santuario de titanes de la literatura, desde Franz Kafka a Fiódor Dostoievski. También hay libros de no ficción: historias de la Revolución Rusa, de las represiones de Stalin, de la caída del comunismo y de los intentos fallidos de la Rusia moderna por construir la democracia.
Los libros que se pueden tomar prestados aquí no están prohibidos en Rusia. Pero el tema es muy delicado. Cualquier debate abierto sobre el pasado o el presente de Rusia puede traer problemas.
Alexandra cree en el poder de la palabra escrita para provocar cambios. Por eso está decidida a que la biblioteca siga abierta.
«Estos libros muestran a nuestros lectores que el poder de los regímenes autocráticos no es eterno», explica Alexandra. «Que todo sistema tiene sus puntos débiles y que todo el que comprende la situación que le rodea puede conservar su libertad. La libertad del cerebro puede dar libertad de vida y de país».
«La mayoría de mi generación no tenía experiencia de la democracia de base», comenta Alexandra, que tiene 68 años.
«Ayudamos a destruir la Unión Soviética, pero no conseguimos construir una democracia. No teníamos la experiencia para saber cuándo mantenernos firmes y decir ‘No puedes hacer esto’. Quizá si mi generación hubiera leído ‘1984’, habría actuado de otra manera».
Dmitri Shestopalov, de dieciocho años, ha leído 21984″. Ahora es voluntario en la biblioteca.
«Este lugar es sacrosanto», me cuenta Dmitri. «Para los jóvenes creativos es un lugar al que pueden venir para encontrar ciudadanos con ideas afines y alejarse de lo que ocurre en nuestro país. Es una pequeña isla de libertad en un entorno sin libertad».
En cuanto a ser una isla, es pequeña en realidad. Alexandra Karaseva es la primera en reconocer que la biblioteca tiene pocos visitantes.
BBC
[Mi generación] ayudó a destruir la Unión Soviética, pero no conseguimos construir una democracia… Quizá si mi generación hubiera leído 1984, habría actuado de otra manera»
En cambio, encuentro una gran multitud en el centro de Ivanovo. No es Gran Hermano lo que la gente se ha parado a escuchar. Es una orquesta de Big Band.
Bajo un sol radiante, la orquesta toca melodías soviéticas clásicas y la gente se pone a bailar con la música. Charlando con la multitud, me doy cuenta de que algunos rusos están más que dispuestos a creer lo que les dicen los carteles, que Rusia va en ascenso.
«Estoy contento con la dirección que está tomando Rusia», me dice Vladimir, un jubilado. «Cada vez somos más independientes. Dependemos menos de Occidente».
«Estamos progresando», dice una joven llamada Natalia. «Como ha dicho Vladimir Putin, ha comenzado una nueva etapa para Rusia».
Pero, ¿qué pasa con la guerra de Rusia en Ucrania?
«Intento no ver nada más de eso», me dice Nina. «Es demasiado perturbador».
De vuelta en la Biblioteca George Orwell están realizando un evento. Un psicólogo local está terminando una conferencia sobre cómo superar la «impotencia aprendida» y creer que tienes el poder de cambiar tu vida. Hay apenas diez personas entre el público.
Al final de la conferencia, la bibliotecaria Alexandra Karaseva da la última noticia.
«El edificio se ha puesto en venta. Nuestra biblioteca tiene que mudarse. Tenemos que decidir qué hacer. ¿Adónde vamos ahora?»
A la biblioteca le han ofrecido locales más pequeños en otra parte de la ciudad.
Casi de inmediato, una mujer ofrece su furgoneta para ayudar con el traslado. Otro miembro del público dice que donará un proyector de video para ayudar a la biblioteca. Otros sugieren ideas para recaudar dinero.
Es la sociedad civil en acción. Ciudadanos unidos en tiempos de necesidad.
En una sociedad con cada vez menos espacio para «pequeñas islas de libertad», el futuro a largo plazo de la biblioteca es incierto.